Sermones de Caraciolo
Nos habíamos reunido en casa de unos amigos para comer vigorón, un plato típico nicaragüense. Uno de los presentes comentaba sobre las condiciones incómodas en las que trabajaba y los demás afirmaban con alegaciones similares. Fue entonces cuando Caraciolo tomó la palabra y comenzó a sermonear.
Nos contó Caraciolo que tres ingenieros trabajaban en una empresa armando computadoras. La responsabilidad era mucha y el trabajo duro. Ocasionalmente se abrumaban por la fuerte demanda. Era lógico que las exigencias fueran tales, dado que la firma gozaba de la reputación de fabricar las más resistentes, eficientes y costosas computadoras del país. Ningún ciudadano promedio soñaba con comprar una de aquellas máquinas.
El jefe era poco considerado y regularmente era objeto de abundantes críticas. Casi nunca consentía en darle días libres y si un tornillo faltaba se los cobraba. Uno de los ingenieros era hombre correcto y de nobles sentimientos. Este insistía en calmar a los compañeros cuando se quejaban, argumentando que era una bendición tener un trabajo como aquel y tan bien remunerado.
Comenzaban los días feriados de diciembre y el jefe no disminuía la intensidad del trabajo. Una mañana, a primera hora, los reunió para decirles que tenía una tarea muy especial para ellos. Uno de los ingenieros comentó entre dientes, "sólo en trabajo piensa este señor"
Les explicó que por estas tres máquinas no les pagaría porque las deseaba regalar a personas muy especiales para él. Además, les dijo, una vez las terminen se pueden ir porque no trabajaremos el resto del día. En proyectos especiales los ingenieros solían decidir qué tipo de piezas usarían si de primera calidad u ordinarias.
Los que siempre se quejaban lo hicieron una vez más. ¿Cómo se le ocurre pedirnos un proyecto especial en la víspera de Navidad y sin pagarnos? Todos entendieron que se trataba de una obra de beneficencia para la que él donaba con cierta regularidad. Trabajaron irresponsablemente, con poco entusiasmo y utilizando las piezas de inferior calidad. La idea era terminar lo antes posible. Total, nadie estaba interesado en alimentarle el ego al jefe para que luego fuera a alardear ante las damas de beneficencia.
En cambio, el tercer ingeniero, considerando lo importante que sería para esas personas la computadora, trabajó con esmero y realizó lo que consideró su obra maestra. Pensó: esos pobres deben recibir lo mejor. Tardó mucho más que los demás en terminar. Utilizó el mejor material que tenía y le instaló programas de superior calidad, mientras sus compañeros hacían bromas de él.
Cuando llegaron a la oficina del jefe, cada quien con la computadora que había armado, este les recibió con una sonrisa, les deseó iFeliz Navidad! y les indicó: iLleve cada quien la computadora que hizo hoy, porque este es su bono de fin de año!
Cada cual había recibido conforme a la obra de sus manos y una lección conforme a su necesidad. El sermoncillo de Caraciolo me hizo recordar que la Biblia dice: "A Jehová presta el que da al pobre, y el bien que ha hecho, se lo volverá a pagar" (Proverbios 19:17).
Mantener buena actitud en todo lo que hacemos y trabajar siempre como para el Señor rendirá beneficios permanentes.