Una pregunta nada tonta

En una reciente campaña, el hijito de la familia que me atendía me preguntó: Pastor, ¿qué significa porcina? La pregunta surge porque en uno de los sermones yo había hecho alusión al tema de la gripe porcina. Intenté explicarle que porcina era alusivo a los cerdos.

Y entonces ocurrió la segunda pregunta: ¿Y por qué a los seres humanos nos tiene que dar fiebre de cerdito? Demás está decirle que me reí hasta el dolor y que esto se convirtió en el chiste de la campaña. Sin embargo, la pregunta no es tonta y la respuesta no es simple. 

No es inusual que un virus de influenza "cruce" la barrera de las especies. De hecho, es común que una persona que está en contacto frecuente con animales se contagie con el virus y viceversa. Lo que preocupa a los expertos es una nueva variante que nunca se había visto ni en animales ni en humanos y que está propagándose de un humano a otro.

Pero hay gripes y fiebres que me preocupan más. Pandemias de otras naturalezas que hacen mayor daño, matan a más gente y destruyen vidas. De igual modo, como en el caso de la influenza porcina, los síntomas son comunes a otros virus, pero al mutar rápidamente parece desarrollar resistencia a los tratamientos convencionales. 

Es necesario que al buscar cura para los males de nuestra sociedad nos preguntemos dónde está la raíz del mal, cómo y cuándo evolucionó el virus hasta adquirir su estado actual. Cómo aquello que debió ser olor a vida para vida vino a dar olor a muerte para muerte.

Observe dónde estamos... cerca de 46 millones de niños abortados en 2017; se calcula que entre 70 mil y 200 mil mujeres mueren en el mundo a causa de abortos inseguros.

Hablemos de otra pandemia, el divorcio. En Estados Unidos se separa una de cada dos parejas; en Europa una de cada cuatro. Más asombroso aún es saber que algunos estudios indican que en algún momento podrían producirse más separaciones que matrimonios.

¿Sabe cuándo y cómo llegamos hasta aquí? Cuando renunciamos a nuestra autoridad; cuando le permitimos a los demás determinar lo que es importante y le permitimos al mundo establecer nuestros valores. Criterio y voluntad son áreas de autoridad que no podemos ceder a nadie. Usted es quien Dios dijo que es y nada cambia esa realidad.

Quien es usted no lo decide la sociedad. Ya Dios lo decidió. Mírese a usted mismo y acepte lo que dice Dios.

No permita que el grosero que va en otro auto lo defina con sus insultos, ni que el compañero de trabajo lo arrastre a donde usted no pertenece. Sea quien es en el Señor sin importarle lo que diga nadie. Tampoco permita que el político lo manipule explicándole qué cosa es políticamente correcto.

Llegamos a donde estamos cuando permitimos que nuestros deseos y gustos se convirtieran en necesidades. Es cierto que deseo ser aceptado por los demás, pero créame que no lo necesito. Sería bueno que me aceptaran, pero cuando no me aceptan por mis valores, sigo adelante confesando "si Dios con nosotros quien contra".

Esfuércese en no renunciar a la autoridad que Dios le dio de ser quien es. Comprenda que, para sentirse bien, no es necesario complacer a todos, ni siquiera a sus gustos personales. En el tren de su vida usted no es un pasajero, sino el conductor. No pase el volante a un vecino, ni siquiera a su mejor amigo. Si el volante está en sus manos entonces es su responsabilidad y tendrá que rendir cuenta por la dirección que lleva su vida.

Si se siente pasajero, buscará excusas y culpará a otros de lo que sucede. Pero así no cambiamos. Si se sabe conductor, buscará soluciones y tomará acciones pertinentes. La negación es el mayor obstáculo que tiene nuestro futuro. Mientras negamos o buscamos culpables, este crucero de lujo que es nuestra sociedad, se hunde.

Si reconocemos que nos hundimos, sentimos el dolor y entonces hacemos algo. Todavía no sé cómo explicar por qué a los seres humanos nos tiene que dar fiebre de cerdito. Pero sé que la pandemia es real y que ya existe una vacuna. Si niego la realidad y no tomo acción, la pandemia puede tocar a mis puertas; pero si me vacuno, la venzo.

He aquí la vacuna: No cedamos ni un grado nuestra autoridad. Echemos mano a la imagen y semejanza que de Dios tenemos y afirmemos nuestra identidad en Dios. La fiebre de cerdito no es para nosotros, pero vacúnese.

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